Una
creencia es el sentido de certeza que le damos a las cosas y que consideramos
como verdadero acorde a nuestras vivencias personales.
Muchas
personas tienden a pensar que sus creencias son universalmente ciertas y
esperan que los demás las compartan. Pero las creencias son personales y en
muchos casos muy diferentes a las de los demás.
Nosotros
no vivimos la realidad en sí, ya que cada quien posee su propia realidad, y
esta es la verdad para quien la experimenta. Lo que vivimos tal como lo vivimos
solo es una elaboración mental de la realidad, basada en juicios y opiniones
que tenemos sobre nosotros mismos y el mundo que nos rodea.
Todas
nuestras creencias fueron aprendidas, no es que hayamos nacido con ellas, son
ideas que tienen que ver con la educación, en nuestra infancia, en donde
creíamos prácticamente todo lo que nos decían. Que yo soy bueno o malo, que los
hombres no lloran, que el dinero es escaso, que es difícil comunicarse con los
demás. Cuando vemos materializado todo aquello que nos repiten una y otra vez
decidimos creerlo como cierto, y empezamos a vivir nuestra vida en base a ese
patrón de comportamiento y de resultados. Si una creencia se instala en
nosotros de forma solida y consistente, nuestra mente elimina las experiencias
que no empatan con ella.
Las
creencias son una fuerza muy poderosa que guía nuestra conducta. Existen dos
tipos de creencias, las empoderadoras y las limitantes. Las primeras nos apoyan
dándonos confianza en nosotros mismos y en nuestras capacidades, permitiéndonos
afrontar con seguridad las situaciones que se nos presentan. Las segundas nos
restan energía y nos bloquean para seguir adelante. Es bien sabido que si alguien realmente cree
poder hacer algo, seguramente lo hará, y si cree que es imposible hacerlo,
estará en lo cierto antes de si quiera intentar hacerlo. Nuestras creencias
pueden moldear, influir, e incluso determinar el grado de inteligencia, salud,
la manera en que nos relacionamos y hasta el grado de felicidad y éxito
en nuestra vida.
Si
de niño siempre en casa me decían: “Es que eres un burro, nos sirves para nada,
siempre sacas malas calificaciones, todo te entra por una oreja y te sale por
la otra”. Esas creencias (que ni si quiera eran mías!) a base de repetición se
van reforzando en mi cerebro hasta que llega un momento que en efecto, se
convierten en mi verdad. Entonces, a pesar de mostrar habilidad para las
matemáticas, recurro a sabotearme equivocándome en el último número para así
confirmar mis creencias. De esta manera estoy bloqueando cualquier oportunidad
de desarrollar nuevas competencias y habilidades, porque adquirirlas me
quitaría la razón a mí mismo.
“No
creas nada. No importa dónde lo leas, o quién lo haya dicho; aunque lo haya
dicho yo,
a
menos que concuerde con tu propia razón y tu sentido común”
Buda
Buda
Si
tienes dentro de ti la creencia de "La vida es dura", de alguna forma
estas materializando o buscando en la vida dureza. Tú vas a convertir tu vida
en algo difícil, pues debajo hay una creencia. Si tú crees que la vida es dura,
tu vida es dura. No encontraras nada fácil porque requieres llevar a la
práctica lo que tú crees.
Si
piensas que los hombres son agresivos, no vas a estar con hombres tiernos,
respetuosos y delicados. Al contrario buscaras materializar la idea, y al final
terminaras con hombres agresivos.
Te
invito a reflexionar cuantas creencias limitantes tienes en tu vida “Las
mujeres son infieles”, “No es tan fácil”, “De lo bueno poco”, “El dinero corrompe”, “Todos los hombres son
iguales”, “Yo no soy bueno para esto”. Estas frases con las que vives tu
vida limitándote fluir sin ataduras. Y ponte a pensar ¿De dónde viene? ¿Qué te
dijeron en tu infancia? ¿Dónde lo has visto? ¿Cómo se materializa en tu vida?
¿Qué ideas tenían otros de sobre ti y tu adoptaste como tuyas? ¿Cómo lo
provocas para reafirmarlo? Y sobre todo ponte a pensar ¿Qué pasaría si
cambiaras esas creencias que te impiden lograr cosas extraordinarias? y ¿Qué te impide hacerlo?
Recuerda
que las creencias no se basan necesariamente en la lógica o en la realidad. De hecho, su función no es coincidir con la realidad, ya que tú no
sabes qué es lo real, para eso tienes que formarte una creencia. Hay que tener
esto en cuenta para poder afrontar tus creencias limitantes.
“No vemos las cosas tal como son, las vemos
como somos nosotros"
Anaïs Nin
Anaïs Nin
EL
EXPERIMENTO
Un
científico de Phoenix, Arizona, quería demostrar el gran poder que tiene la
mente. Que la mente humana puede creerse todo lo que recibe, sea a través de
palabras, pensamientos o actos, suyos o de terceros, positivos o negativos, sin
atender a las consecuencias.
Necesitaba
un voluntario que llegase a las últimas consecuencias, y lo consiguió en una
penitenciaría. Era un condenado a muerte que sería ejecutado en la
penitenciaría de St. Louis, en el Estado de Missouri, donde existe la pena de
muerte a través de la silla eléctrica.
Le
propuso participar en un experimento científico para sustituir la muerte en la
silla eléctrica por un nuevo método. Se le haría un pequeño corte en la vena de
la muñeca, lo suficiente para que goteara su sangre hasta la última gota. La
ventaja es que existía la posibilidad de sobrevivir en caso de que la sangre
coagulase. Si eso sucediese, sería liberado. En caso contrario, fallecería por
pérdida de sangre, o sea, una muerte sin sufrimiento y sin dolor. El condenado
aceptó, pues obviamente era preferible esa muerte a la de la silla eléctrica,
existiendo además, una posibilidad de sobrevivir.
El
condenado fue colocado en una cama de hospital y atado para que no pudiera
moverse. Hicieron un pequeño corte en su muñeca, y debajo de ella se colocó
una vasija de aluminio. Se le dijo que
oiría su sangre gotear en la vasija. Lo que no sabía él, es que el corte había
sido superficial y que no había alcanzado ninguna arteria o vena, pero sí fue
lo suficientemente profundo cómo para que él lo notara. Sin que él lo supiera,
debajo de la cama había un frasco de suero con una pequeña válvula. Al hacer el
corte se había abierto la válvula del frasco para que el condenado creyese que
era su sangre la que se oía caer en la vasija. Pero en verdad, era el suero lo
que se oía gotear en la vasija. Cada diez minutos, el científico, sin que el
condenado lo viera, cerraba un poco más la válvula del suero y el goteo iba
disminuyendo.
Mientras
tanto, el condenado creía que era su sangre la que estaba disminuyendo. Con el
paso del tiempo, el hombre fue perdiendo el color, poniéndose cada vez más y
más pálido. Cuando el científico cerró por completo la válvula del suero, el
condenado tuvo un paro cardíaco y murió… sin ni siquiera haber perdido una gota
de sangre.
El
científico consiguió probar que la mente humana cumple, al pie de la letra,
todo lo que le es enviado y es aceptado por el individuo, sea positivo o
negativo. Y tal aceptación incluye a todo el organismo, tanto la parte orgánica
como la psicológica.
Con
esta historia nos damos cuenta que la mente no distingue lo que es real o fantasía,
simplemente cumple la información que recibe.
“LO QUE CREAS, CREAS”
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