viernes, 6 de marzo de 2015

Las creencias.


Una creencia es el sentido de certeza que le damos a las cosas y que consideramos como verdadero acorde a nuestras vivencias personales.

Muchas personas tienden a pensar que sus creencias son universalmente ciertas y esperan que los demás las compartan. Pero las creencias son personales y en muchos casos muy diferentes a las de los demás.

Nosotros no vivimos la realidad en sí, ya que cada quien posee su propia realidad, y esta es la verdad para quien la experimenta. Lo que vivimos tal como lo vivimos solo es una elaboración mental de la realidad, basada en juicios y opiniones que tenemos sobre nosotros mismos y el mundo que nos rodea.

Todas nuestras creencias fueron aprendidas, no es que hayamos nacido con ellas, son ideas que tienen que ver con la educación, en nuestra infancia, en donde creíamos prácticamente todo lo que nos decían. Que yo soy bueno o malo, que los hombres no lloran, que el dinero es escaso, que es difícil comunicarse con los demás. Cuando vemos materializado todo aquello que nos repiten una y otra vez decidimos creerlo como cierto, y empezamos a vivir nuestra vida en base a ese patrón de comportamiento y de resultados. Si una creencia se instala en nosotros de forma solida y consistente, nuestra mente elimina las experiencias que no empatan con ella.

Las creencias son una fuerza muy poderosa que guía nuestra conducta. Existen dos tipos de creencias, las empoderadoras y las limitantes. Las primeras nos apoyan dándonos confianza en nosotros mismos y en nuestras capacidades, permitiéndonos afrontar con seguridad las situaciones que se nos presentan. Las segundas nos restan energía y nos bloquean para seguir adelante.  Es bien sabido que si alguien realmente cree poder hacer algo, seguramente lo hará, y si cree que es imposible hacerlo, estará en lo cierto antes de si quiera intentar hacerlo. Nuestras creencias pueden moldear, influir, e incluso determinar el grado de inteligencia, salud, la manera en que nos relacionamos y hasta el grado de felicidad y éxito en nuestra vida.

Si de niño siempre en casa me decían: “Es que eres un burro, nos sirves para nada, siempre sacas malas calificaciones, todo te entra por una oreja y te sale por la otra”. Esas creencias (que ni si quiera eran mías!) a base de repetición se van reforzando en mi cerebro hasta que llega un momento que en efecto, se convierten en mi verdad. Entonces, a pesar de mostrar habilidad para las matemáticas, recurro a sabotearme equivocándome en el último número para así confirmar mis creencias. De esta manera estoy bloqueando cualquier oportunidad de desarrollar nuevas competencias y habilidades, porque adquirirlas me quitaría la razón a mí mismo.

“No creas nada. No importa dónde lo leas, o quién lo haya dicho; aunque lo haya dicho yo,
a menos que concuerde con tu propia razón y tu sentido común”
 Buda

Si tienes dentro de ti la creencia de "La vida es dura", de alguna forma estas materializando o buscando en la vida dureza. Tú vas a convertir tu vida en algo difícil, pues debajo hay una creencia. Si tú crees que la vida es dura, tu vida es dura. No encontraras nada fácil porque requieres llevar a la práctica lo que tú crees.

Si piensas que los hombres son agresivos, no vas a estar con hombres tiernos, respetuosos y delicados. Al contrario buscaras materializar la idea, y al final terminaras con hombres agresivos.

Te invito a reflexionar cuantas creencias limitantes tienes en tu vida “Las mujeres son infieles”, “No es tan fácil”, “De lo bueno poco”,  “El dinero corrompe”, “Todos los hombres son iguales”, “Yo no soy bueno para esto”. Estas frases con las que vives tu vida limitándote fluir sin ataduras. Y ponte a pensar ¿De dónde viene? ¿Qué te dijeron en tu infancia? ¿Dónde lo has visto? ¿Cómo se materializa en tu vida? ¿Qué ideas tenían otros de sobre ti y tu adoptaste como tuyas? ¿Cómo lo provocas para reafirmarlo? Y sobre todo ponte a pensar ¿Qué pasaría si cambiaras esas creencias que te impiden lograr cosas extraordinarias? y ¿Qué te impide hacerlo?

Recuerda que las creencias no se basan necesariamente en la lógica o en la realidad. De hecho, su función no es coincidir con la realidad, ya que tú no sabes qué es lo real, para eso tienes que formarte una creencia. Hay que tener esto en cuenta para poder afrontar tus creencias limitantes.
  
 “No vemos las cosas tal como son, las vemos como somos nosotros"
 Anaïs Nin

EL EXPERIMENTO

Un científico de Phoenix, Arizona, quería demostrar el gran poder que tiene la mente. Que la mente humana puede creerse todo lo que recibe, sea a través de palabras, pensamientos o actos, suyos o de terceros, positivos o negativos, sin atender a las consecuencias.

Necesitaba un voluntario que llegase a las últimas consecuencias, y lo consiguió en una penitenciaría. Era un condenado a muerte que sería ejecutado en la penitenciaría de St. Louis, en el Estado de Missouri, donde existe la pena de muerte a través de la silla eléctrica.

Le propuso participar en un experimento científico para sustituir la muerte en la silla eléctrica por un nuevo método. Se le haría un pequeño corte en la vena de la muñeca, lo suficiente para que goteara su sangre hasta la última gota. La ventaja es que existía la posibilidad de sobrevivir en caso de que la sangre coagulase. Si eso sucediese, sería liberado. En caso contrario, fallecería por pérdida de sangre, o sea, una muerte sin sufrimiento y sin dolor. El condenado aceptó, pues obviamente era preferible esa muerte a la de la silla eléctrica, existiendo además, una posibilidad de sobrevivir.

El condenado fue colocado en una cama de hospital y atado para que no pudiera moverse. Hicieron un pequeño corte en su muñeca, y debajo de ella se colocó una  vasija de aluminio. Se le dijo que oiría su sangre gotear en la vasija. Lo que no sabía él, es que el corte había sido superficial y que no había alcanzado ninguna arteria o vena, pero sí fue lo suficientemente profundo cómo para que él lo notara. Sin que él lo supiera, debajo de la cama había un frasco de suero con una pequeña válvula. Al hacer el corte se había abierto la válvula del frasco para que el condenado creyese que era su sangre la que se oía caer en la vasija. Pero en verdad, era el suero lo que se oía gotear en la vasija. Cada diez minutos, el científico, sin que el condenado lo viera, cerraba un poco más la válvula del suero y el goteo iba disminuyendo.

Mientras tanto, el condenado creía que era su sangre la que estaba disminuyendo. Con el paso del tiempo, el hombre fue perdiendo el color, poniéndose cada vez más y más pálido. Cuando el científico cerró por completo la válvula del suero, el condenado tuvo un paro cardíaco y murió… sin ni siquiera haber perdido una gota de sangre.

El científico consiguió probar que la mente humana cumple, al pie de la letra, todo lo que le es enviado y es aceptado por el individuo, sea positivo o negativo. Y tal aceptación incluye a todo el organismo, tanto la parte orgánica como la psicológica.

Con esta historia nos damos cuenta que la mente no distingue lo que es real o fantasía, simplemente cumple la información que recibe.

 “LO QUE CREAS, CREAS”

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