sábado, 21 de febrero de 2015

Ser congruente...


La congruencia es vivir alineado en lo que sentimos, decimos y hacemos. Lo contrario de aquella persona que contradice su acción con su pensamiento y con su sentir.

Un ejemplo de congruencia son aquellas personas que dicen que su salud es su bien más preciado, que de nada les sirve el dinero, las propiedades y el éxito si no se encuentran lo suficientemente sanos como para disfrutarlos, y en consecuencia hacen lo necesario para mantenerse sanas, identificando las claves de una vida saludable y luego ajustan su estilo de vida para alinearse con el ideal; cuidan lo que comen, hacen ejercicio, descansan el tiempo recomendado, llevan relaciones en armonía, buscan un trabajo que les satisfaga emocionalmente.

En el otro extremo están las personas incongruentes: piensan que la salud es importante pero llevan una vida sedentaria, fuman y comen alimentos tóxicos; piensan que les deben la vida a sus padres pero no los procuran en lo más mínimo; consideran que lo importante en la educación de sus hijos no son solamente las palabras sino el ejemplo y sin embargo discuten constantemente frente a ellos; o los que dicen que la familia es lo más importante y se la pasan de sol a sol encerrados en su trabajo.

La mayoría de nuestros problemas, en especial aquellos a los que no les encontramos una solución, se generan por no ser congruentes con nosotros mismos.

Cuántas veces no nos dejamos llevar por lo que pensamos o por lo que sentimos. En muchos casos, pedimos consejo a otras personas y hacemos lo que nos dicen, de esta manera lo único que estamos buscando es no ser responsables del resultado de nuestras acciones, justificándonos, yo hice lo que me dijeron, pero si yo hubiera hecho lo que creía hubiera obtenido otro resultado.

Suele suceder que por “deber ser” de cierto modo, por cumplir “expectativas” de los demás o por el “qué dirán” dejamos a un lado nuestra esencia, dejamos de ser congruentes. Esto genera confusión emocional y una sensación de no estar siendo fieles con nosotros mismos.

Una cosa es tener en cuenta a las demás personas en nuestras decisiones y otra diferente es dejar de lado la lealtad que nos debemos como seres únicos, por tratar de agradar a los demás por encima de nuestras propias creencias y convicciones. Esta falta de respeto que nos podemos llegar a tener cobra factura a nuestra mente, a nuestros sentimientos e, incluso, a nuestro físico. Además, quienes nos rodean se dan cuenta si somos congruentes o no, y esto afecta nuestra capacidad de que nos consideren confiables.

Ser congruente no es una alternativa pasajera, no se trata de ser congruente de vez en cuando, ser congruente es un estilo de vida, ser congruente es un compromiso con uno mismo.

Si estás alineado en lo que piensas, dices y haces, serás una persona genuina, tendrás a tu disposición toda tu lucidez y potencial. Atrévete a ir por lo que quieres, sin miedo de expresar tus intereses y sentimientos, y sobre todo se impecable con tu palabra.

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